Junto a la fuente esperé sentado
a que tu, samaritana, me dieras de beber,
llegaste caminando, con tu cántaro de encantos
y así sin yo pensarlo, me quitaste la sed.
Bendita margarita que deshojé esperando
a que tú, brisa de primavera, me venga a acariciar
tu juvenil fragancia, tu risa de canarios,
a mis años de angustia, vinieron a aliviar.
Yo entrando en mis otoños, te ofrezco a manos llenas,
el saber de un corazón que ha aprendido a amar.
Tu, fuente de agua limpia, en plena primavera
con verdes de pradera, me enseñas a soñar.
No importa cuántos días de distancia nos separan
si han de pasar muchos para ver tu florecer,
yo volveré a sentarme a la orilla de mi fuente,
y deshojando margaritas, allí te esperaré.
Derechos Reservados © Valentina Ríos de Saavedra 2011
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